¿Qué esperanza hay para los seres queridos que han muerto?


La Biblia dice que la muerte es un enemigo y la asemeja a un rey que ha dominado a la humanidad (Romanos 5:17; 1 Corintios 15:26). Este enemigo tiene tanto poder que nadie en la Tierra puede oponerle resistencia, y todo ser amado que muere es una más de sus incontables víctimas. Esta verdad bíblica nos ayuda a entender por qué nos embarga el dolor y la impotencia ante tal pérdida, y nos confirma que es normal sentirse así.
Es por tal razón que Job, un siervo de Dios, preguntó: “Si un hombre muere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14, Versión Popular.) Quizás usted también se hará muchas preguntas con respecto a la muerte. ¿Cómo se sentiría si supiese que va a poder reunirse de nuevo, aquí mismo en la Tierra y bajo condiciones inmejorables, con sus seres queridos que han muerto?
La Biblia promete lo siguiente: “Tus muertos vivirán. [...] Se levantarán”. Y también dice: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella”. (Isaías 26:19; Salmo 37:29.)
Para poder confiar plenamente en tales promesas necesitamos la respuesta a algunas preguntas básicas como: ¿Por qué muere la gente? ¿Dónde están los muertos? Y ¿cómo podemos estar seguros de que volverán a vivir?
Imagen tomada de Sheikyermami

La muerte y lo que sucede al morir
La Biblia aclara que originalmente la intención de Dios no era que los humanos muriesen. Él creó a la primera pareja humana, Adán y Eva, los colocó en un paraíso terrestre llamado Edén y les mandó que tuviesen hijos y que extendiesen su hogar paradisíaco por toda la Tierra. Solo morirían si desobedecían sus instrucciones. (Génesis 1:28; 2:15-17.)
Adán y Eva no apreciaron la bondad de Dios, y por lo tanto, desobedecieron y tuvieron que sufrir el castigo prescrito. “[Volverás] al suelo —dijo Dios a Adán— porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás.” (Génesis 3:19.) Antes de ser creado, Adán no existía; era polvo. Y debido a su desobediencia, o pecado, Adán fue condenado a volver al polvo, a un estado de inexistencia.
Por consiguiente, la muerte es la ausencia de vida. La Biblia hace el siguiente contraste: “El salario que el pecado paga es muerte, pero el don que Dios da es vida eterna”. (Romanos 6:23.) También indica que la muerte es un estado de inconsciencia total, pues dice: “Porque los vivos están conscientes de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto”. (Eclesiastés 9:5.) Además, explica que cuando una persona muere “sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos”. (Salmo 146:3, 4.)
Sin embargo, en vista de que solo fueron Adán y Eva los que desobedecieron aquel mandato en Edén, ¿por qué tenemos que morir todos nosotros? Es porque todos hemos nacido después de la desobediencia de Adán, y por lo tanto, todos hemos heredado de él el pecado y la muerte. La Biblia lo explica así: “Por medio de un solo hombre [Adán] el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres”. (Romanos 5:12; Job 14:4.)
Pero alguien pudiera preguntar: ‘¿No tienen los seres humanos un alma inmortal que sigue viviendo después de la muerte?’. Muchos han enseñado esta doctrina, y hasta dicen que la muerte es una puerta que conduce a otra vida. Pero esta idea no viene de la Biblia. Más bien, la Palabra de Dios enseña que usted es un alma, que su alma es realmente usted, con todas sus facultades físicas y mentales. (Génesis 2:7; Jeremías 2:34; Proverbios 2:10.) La Biblia también dice: “El alma que esté pecando... ella misma morirá”. (Ezequiel 18:4.) No hay ningún pasaje bíblico que enseñe que el hombre tenga un alma inmortal que siga viviendo después de la muerte del cuerpo.
Cómo pueden volver a vivir los seres humanos
Una vez que el pecado y la muerte entraron en el mundo, Dios reveló que tenía el propósito de que los muertos fueran devueltos a la vida mediante una resurrección. Por consiguiente, la Biblia explica: “Abrahán [...] estimó que Dios podía levantarlo [a su hijo Isaac] hasta de entre los muertos”. (Hebreos 11:17-19.) La confianza de Abrahán no era infundada, pues la Biblia dice del Todopoderoso: “Él no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos ellos viven”. (Lucas 20:37, 38.)
Sí, el Dios Todopoderoso no solo tiene el poder de resucitar a las personas a quienes Él escoge, sino también el deseo de hacerlo. El propio Jesucristo dijo: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán”. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.)
Poco después de decir esto Jesús vio una procesión funeraria que salía de la ciudad israelita de Naín. El joven que había muerto era el hijo único de una viuda. Al contemplar su gran pesar, Jesús se enterneció; y dirigiéndose al cuerpo sin vida, le ordenó: “Joven, yo te digo: ¡Levántate!”. Y el joven se incorporó y Jesús se lo dio a su madre. (Lucas 7:11-17.)
Al igual que en el caso de esa viuda, también hubo un gran éxtasis cuando Jesús estuvo en el hogar de Jairo, el presidente de la sinagoga judía. Su hija de doce años había muerto. Al llegar Jesús a la casa de Jairo, se dirigió a donde estaba la niña muerta y le dijo: “Muchacha, ¡levántate!”. ¡Y se levantó! (Lucas 8:40-56.)
Posteriormente murió Lázaro, un amigo de Jesús. Cuando Jesús llegó a su casa, hacía cuatro días que Lázaro había muerto. Aunque estaba muy apesadumbrada, su hermana Marta expresó su esperanza diciendo: “Yo sé que se levantará en la resurrección en el último día”. Pero Jesús fue a la tumba, ordenó que quitaran la piedra y clamó: “¡Lázaro, sal!”. ¡Y salió! (Juan 11:11-44.)
Piense en esto: ¿En qué condición se encontraba Lázaro durante los cuatro días que estuvo muerto? Lázaro no dijo nada de haber estado en un cielo de inmensa dicha o en un infierno de tormento, y de haberlo experimentado seguramente lo habría dicho. No, Lázaro estuvo completamente inconsciente en la muerte y hubiera continuado en esa condición hasta “la resurrección en el último día” si Jesús no lo hubiese devuelto a la vida entonces.
Es cierto que esos milagros de Jesús sólo tuvieron un beneficio temporal, ya que las personas a quienes resucitó volvieron a morir. Sin embargo, él probó hace 1.900 años que, con el poder de Dios, ¡los muertos verdaderamente pueden volver a vivir! De modo que mediante sus milagros Jesús demostró en pequeña escala lo que sucederá en la Tierra bajo el Reino de Dios.
Es por ello que los textos bíblicos que hemos examinado señalan a la esperanza, un componente fundamental de la felicidad verdadera. En las Santas Escrituras, la palabra esperanza significa la expectativa segura de algo bueno. Para ver de qué forma nos lleva la esperanza a la felicidad incluso ahora, regresemos al relato de la resurrección de Lázaro.
Hay por lo menos dos razones por las que Jesús realizó aquel milagro. Una fue acabar con la tristeza de Marta, María y los amigos de Lázaro, quienes de nuevo podrían disfrutar de la compañía de la persona que tanto amaban. Pero Jesús le mencionó a Marta una segunda razón, una de mayor importancia. Le preguntó: “¿No te dije que si creías habrías de ver la gloria de Dios?” (Juan 11:40). La Traducción en lenguaje actual traduce estas últimas palabras con la expresión “el poder de Dios”. Al devolver la vida a Lázaro, Jesús mostró de antemano lo que Jehová Dios puede hacer y hará en el futuro.
Cuando muere un ser querido
Si usted tiene confianza en la resurrección, su pesar podrá ser superado. La Biblia dice que no se apesadumbrará “como lo hacen también los demás que no tienen esperanza”. (1 Tesalonicenses 4:13.) Al contrario, usted se acercará a Dios en oración, y la Biblia le promete: “Él mismo te sustentará”. (Salmo 55:22.)
No obstante, cuando el enemigo muerte ataca, aunque usted tenga la esperanza de la resurrección, puede experimentar un enorme pesar. Abrahán tenía fe en que su esposa volvería a vivir, sin embargo leemos que “Abrahán entró a plañir a Sara y a llorarla”. (Génesis 23:2.) ¿Y cómo reaccionó Jesús? Cuando Lázaro murió, él “gimió en el espíritu y se perturbó”, y poco después “cedió a las lágrimas”. (Juan 11:33, 35.) De modo que el llorar cuando muere un ser querido no es una señal de debilidad.
La muerte de un hijo es una experiencia sumamente penosa, especialmente para la madre. Por eso la Biblia reconoce el amargo pesar que puede experimentar una madre. (2 Reyes 4:27.) Por supuesto, lo mismo es cierto con respecto al padre. “¡Oh, que yo pudiera haber muerto, yo mismo, en lugar de ti!”, se lamentó el rey David cuando murió su hijo Absalón. (2 Samuel 18:33.)
Estudiar la Biblia lo ayudará a encontrar la felicidad a pesar de que afronte la muerte de un ser amado. Sin embargo, quizá se pregunte cómo hacerlo. Los testigos de Jehová le darán con mucho gusto las respuestas bíblicas que usted necesita saber para ser realmente feliz. Y mientras aguarda el cumplimiento de la esperanza que Jehová ofrece, aun ahora puede estar entre aquellos de quienes se dice: “Hallarán felicidad y dicha, y desaparecerán el llanto y el dolor” (Isaías 35:10, Versión Popular).

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